(Tomado de el articulo del diario El Tiempo, Sábado 5 de Diciembre, 2009)

Foto: Mauricio Moreno / EL TIEMPO
Rodolfo Llinás Riascos, M.D., Ph.D. médico neurofisiólogo.


Afirma que los bogotanos tienen mucho potencial, pero necesitan despertarse para crecer.

"Cincuenta años no son nada". Con esta frase Rodolfo Llinás le puso punto al discurso que pronunció al recibir la medalla Félix Restrepo, otorgada hace unos días por la Universidad Javeriana en el aniversario número 67 de su facultad de medicina.

El galardón tenía un significado especial: representa sus primeras cinco décadas de médico egresado de esa facultad.
Para el investigador cincuenta años no son nada si se piensa en ciencia, pero sí muchos para un bogotano como él, que ha visto a saltos la evolución de su ciudad: "Cada vez que vengo le veo más remiendos y más lejos de ser la metrópoli en la que debió convertirse", dice Llinás, que se considera un observador de excepción de Bogotá.

Hoy ocupa la jefatura de neurociencias de la Universidad de Nueva York (Estados Unidos) y es uno de los consultores más importantes del mundo en el campo de las neurociencias, y aun así rara vez se niega a venir a la ciudad que, con un acento cachaco, él llama "mi terruño".

EL TIEMPO lo invitó a conversar, pero no del "acoplamiento eléctrico en el núcleo trigeminal mesencefálico", sino de la que para él siempre ha sido y será su casa: Bogotá.

¿Cómo ve a Bogotá?

No he visto otra ciudad con una evolución tan lenta: Bogotá se ve como una colección de casas que se ajusta a las necesidades de un conglomerado, pero no hay proyectos grandes y el desarrollo no se ve. Sus gobernantes hablan de obras, pero nunca se preocupan por el desarrollo mental de los ciudadanos o por si se les está dando lo que necesitan.

¿Es un problema de la gente o de los gobernantes?

Es de contextos: en Colombia la ignorancia campea porque a la gente no se le enseña, contextualmente, cómo funcionan las cosas. Desde la niñez se adquieren saberes sueltos, inútiles, lo que determina una forma de pensar limitada, que sólo sirve para mirar su realidad y crea una incapacidad marcada para exigir.

¿Los bogotanos son pasivos porque así los educaron?

La educación en este país es como el Everfit, que está hecho para todos, pero no le queda bien a nadie. La gente va al colegio por requisito y de esa etapa recuerda con más facilidad con quién se dio trompadas o cómo eran las fiestas; rara vez hay un recuerdo amoroso de lo que se aprendió. Así es difícil entender el universo y sentir que se es parte de él.

¿Y eso qué tiene que ver con la ciudad?

Pues que la gente no acaba de saber para qué es buena y termina haciendo cosas que muchas veces no le gustan; son conformistas, no exigen y carecen del sentido colectivo de cómo hacer mejor las cosas. Además hay una incapacidad para mantener el ánimo por largo tiempo: somos sólo buche y pluma.

¿Qué tanto se refleja eso en Bogotá?

En que los ciudadanos aceptan lo que les dan: remiendos, obras pequeñas sin planeación ni visión de futuro y con un mal entendido sentido de la conservación. Lo peor es que los ciudadanos se creen la falsa idea de que eso es desarrollo. Hay que entender que para hacer pericos hay que romper los huevos... Bogotá tiene que dejar de ser una tacita de plata para convertirse en una ciudad.

Pero la gente destaca cosas, como Transmilenio, Maloka...
Transmilenio es importante, pero siendo una medida intermedia, los bogotanos viven sacando pecho con ella. Maloka debe crecer y desarrollarse, con sentido de ciudad, y para eso se necesita que el sector privado y el oficial empiecen a trabajar juntos.

¿Y los gobernantes?

A veces los ciudadanos ignoran que hay problemas serios por resolver, y como no los ven, pues no les exige a los dirigentes. Los alcaldes no responden más, porque no hay quién les pida.

¿Algún alcalde se ha salido de ese esquema?

Mockus tenía una visión distinta del mundo y daba más de lo que le pedían los ciudadanos, a ver si se despertaban. Con un sentido lógico empezó por donde toca: con el respeto por la gente y por la vida.

¿Y los demás?

No quiero meterme en líos, pero pienso que creen que los ciudadanos están a su servicio y no al revés.
Algo bueno de Bogotá...
Somos un poco más cívicos que antes y más amables, lo que permite negociar de persona a persona. Los gobernantes deben percibir eso.

¿Por qué nunca habla de estas cosas?

Porque nunca me las preguntan.

Hay que buscar alternativas

Llinás considera que para jalar desarrollo hay que darle a la gente alternativas. Propone abrir una convocatoria mundial para que planificadores y arquitectos elaboren proyectos sobre cómo podría una Bogotá moderna y con futuro: "La idea es que los ciudadanos los vean, opinen y entiendan que hay otras opciones. Eso nos apartaría del inmediatismo", dice.

Como estudioso del cerebro que es, establece un paralelo entre el lóbulo frontal -que da el juicio, la espontaneidad, la capacidad para planificar y el comportamiento social- y la ciudad: "Bogotá está estancada, como dormida. Parece que necesitara una bofetada para salir de la narcolepsia y recuperar el lóbulo frontal del que hoy carece".

CARLOS F. FERNÁNDEZ
ASESOR MÉDICO DE EL TIEMPO

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